Oración del Sábado II de Pascua

Hoy el evangelio que nos va a acompañar en nuestra oración relata la última aparición de Jesús a sus discípulos en la que el Señor les envía a predicar, a la misión, a testimoniar con sus vidas lo que ellos HAN VISTO y OIDO. Es la revelación más grande de lo que significa ser cristiano: ANUNCIA CON TU VIDA LO QUE VIVES EN ELLA.

Por eso, cada uno, estamos ante un doble camino: ser jóvenes o viejos (o mejor dicho viejóvenes). Y ambos caminos tienen características diferentes:

  • Ser Viejoven: se caracteriza por querer todo, sea lo que sea, guiados por el “me apetece” o “lo deseo”. Se crea así un culto al “GASTO”, que se traduce en un CONSUMIR: cosas, experiencias, personas… Esta situación da como resultado vidas consumistas que viven en la superficie (no profundizan en nada), adormecidas, buscando en todo su beneficio/bienestar (no sufrir), no pasar necesidad, tener comodidad, y con un futuro que ven pobre y sin sustancia.
  • Ser Joven: aunque suene contradictorio, se caracteriza por “aquello que es bueno”, que es un “bien para mi”. De aquí se sigue un crecimiento en la conciencia del poder que posee la “RENUNCIA”, que se traduce en un CULTIVAR la vida: viviendo con profundidad y sentido la vida, teniendo viveza y atención (estando despiertos), generando relaciones humanas auténticas (no exclusivas ni excluyentes) y con un futuro que pueden vislumbrar como algo bello y grande (aunque no exento de sus dificultades).

Ayer veíamos la ceguera del hombre que define los grandes conceptos de la vida (libertad, amor, compromiso, fe…). Hoy damos un paso mas: ¿cuál es el criterio que vertebra toda mi vida? ¿Es el GASTO? ¿Es la RENUNCIA? ¿Ninguno?.
 

Hoy necesitamos que el Señor nos ayude a iluminar esta realidad de nuestra vida. Necesitamos un criterio que de sentido a la vida. La renuncia debe de verse como ese poder que posees para vivir con autenticidad. La renuncia, en su aspecto negativo, nos repele, pero en su aspecto positivo nos atrae: renuncio para tener vida, y vida en abundancia. Esto nos lo explica muy bien los números 17-19 de la Christus vivit, que van a iluminar nuestra reflexión.

Al igual que ayer, os invitamos a leer antes de la oración los siguientes puntos de la Exhortación del Papa Francisco: del 15 al 21. Os los volvemos a dejar al final de la oración, o bien, si queréis, podéis acceder al documento completo en el siguiente enlace: PINCHA AQUÍ.

Palabra de Dios

Mc 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo:

«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Iluminamos la palabra con... Christus Vivit [15-21]

18. En cambio, en el Evangelio de Mateo aparece un joven (cf. Mt 19,20.22) que se acerca a Jesús para pedir más (cf. v. 20), con ese espíritu abierto de los jóvenes, que busca nuevos horizontes y grandes desafíos. En realidad su espíritu no era tan joven, porque ya se había aferrado a las riquezas y a las comodidades. Él decía de la boca para afuera que quería algo más, pero cuando Jesús le pidió que fuera generoso y repartiera sus bienes, se dio cuenta de que era incapaz de desprenderse de lo que tenía. Finalmente, «al oír estas palabras el joven se retiró entristecido» (v. 22). Había renunciado a su juventud.

19. El Evangelio también nos habla de unas jóvenes prudentes, que estaban preparadas y atentas, mientras otras vivían distraídas y adormecidas (cf. Mt 25,1-13). Porque uno puede pasar su juventud distraído, volando por la superficie de la vida, adormecido, incapaz de cultivar relaciones profundas y de entrar en lo más hondo de la vida. De ese modo prepara un futuro pobre, sin substancia. O uno puede gastar su juventud para cultivar cosas bellas y grandes, y así prepara un futuro lleno de vida y de riqueza interior.


20. Si has perdido el vigor interior, los sueños, el entusiasmo, la esperanza y la generosidad, ante ti se presenta Jesús como se presentó ante el hijo muerto de la viuda, y con toda su potencia de Resucitado el Señor te exhorta: «Joven, a ti te digo, ¡levántate!» (Lc 7,14).

Puntos de oración

Christus vivit: Capítulo primero [Continuación]
¿Qué dice la Palabra de Dios sobre los jóvenes?

  1. La Palabra de Dios dice que a los jóvenes hay que tratarlos «como a hermanos» (1 Tm 5,1), y recomienda a los padres: «No exasperen a sus hijos, para que no se desanimen» (Col 3,21). Un joven no puede estar desanimado, lo suyo es soñar cosas grandes, buscar horizontes amplios, atreverse a más, querer comerse el mundo, ser capaz de aceptar propuestas desafiantes y desear aportar lo mejor de sí para construir algo mejor. Por eso insisto a los jóvenes que no se dejen robar la esperanza, y a cada uno le repito: «que nadie menosprecie tu juventud» (1 Tm 4,12).
  1. Sin embargo, al mismo tiempo a los jóvenes se les recomienda: «Sean sumisos a los ancianos» (1 P 5,5). La Biblia siempre invita a un profundo respeto hacia los ancianos, porque albergan un tesoro de experiencia, han probado los éxitos y los fracasos, las alegrías y las grandes angustias de la vida, las ilusiones y los desencantos, y en el silencio de su corazón guardan tantas historias que nos pueden ayudar a no equivocarnos ni engañarnos por falsos espejismos. La palabra de un anciano sabio invita a respetar ciertos límites y a saber dominarse a tiempo: «Exhorta igualmente a los jóvenes para que sepan controlarse en todo» (Tt 2,6). No hace bien caer en un culto a la juventud, o en una actitud juvenil que desprecia a los demás por sus años, o porque son de otra época. Jesús decía que la persona sabia es capaz de sacar del arcón tanto lo nuevo como lo viejo (cf. Mt 13,52). Un joven sabio se abre al futuro, pero siempre es capaz de rescatar algo de la experiencia de los otros.
  1. En el Evangelio de Marcos aparece una persona que, cuando Jesús le recuerda los mandamientos, dice: «Los he cumplido desde mi juventud» (10,20). Ya lo decía el Salmo: «Tú eres mi esperanza Señor, mi confianza está en ti desde joven […] me instruiste desde joven y anuncié hasta hoy tus maravillas» (71,5.17). No hay que arrepentirse de gastar la juventud siendo buenos, abriendo el corazón al Señor, viviendo de otra manera. Nada de eso nos quita la juventud, sino que la fortalece y la renueva: «Tu juventud se renueva como el águila» (Sal 103,5). Por eso san Agustín se lamentaba: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva! ¡Tarde te amé!»[2]. Pero aquel hombre rico, que había sido fiel a Dios en su juventud, dejó que los años le quitaran los sueños, y prefirió seguir apegado a sus bienes (cf. Mc 10,22).
  1. En cambio, en el Evangelio de Mateo aparece un joven (cf. Mt 19,20.22) que se acerca a Jesús para pedir más (cf. v. 20), con ese espíritu abierto de los jóvenes, que busca nuevos horizontes y grandes desafíos. En realidad su espíritu no era tan joven, porque ya se había aferrado a las riquezas y a las comodidades. Él decía de la boca para afuera que quería algo más, pero cuando Jesús le pidió que fuera generoso y repartiera sus bienes, se dio cuenta de que era incapaz de desprenderse de lo que tenía. Finalmente, «al oír estas palabras el joven se retiró entristecido» (v. 22). Había renunciado a su juventud.
  1. El Evangelio también nos habla de unas jóvenes prudentes, que estaban preparadas y atentas, mientras otras vivían distraídas y adormecidas (cf. Mt 25,1-13). Porque uno puede pasar su juventud distraído, volando por la superficie de la vida, adormecido, incapaz de cultivar relaciones profundas y de entrar en lo más hondo de la vida. De ese modo prepara un futuro pobre, sin substancia. O uno puede gastar su juventud para cultivar cosas bellas y grandes, y así prepara un futuro lleno de vida y de riqueza interior.
  1. Si has perdido el vigor interior, los sueños, el entusiasmo, la esperanza y la generosidad, ante ti se presenta Jesús como se presentó ante el hijo muerto de la viuda, y con toda su potencia de Resucitado el Señor te exhorta: «Joven, a ti te digo, ¡levántate!» (Lc 7,14).
  1. Sin duda hay muchos otros textos de la Palabra de Dios que pueden iluminarnos acerca de esta etapa de la vida. Recogeremos algunos de ellos en los próximos capítulos.