Oración del Miércoles V de Pascua

Continuamos nuestra oración siguiendo la estela de reflexión de ayer. Si recordáis hablábamos de esa “paz que el mundo no puede dar”, la que anhela y necesita nuestro corazón para vivir. Hoy Jesús nos vuelve a recordar el origen de esta paz con una comparación muy acertada: «el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada».

El fin que tiene nuestra vida no es otro que dar Gloria a Dios, hacer feliz a Dios… y aunque parezca, a primera vista, un poco “egoísta”, como si fuésemos “instrumentos” creados de manera egoísta… pensar así nos lleva al error. La Gloria de Dios es que seas FELIZ, que tu vida alcance la PLENITUD para la cuál has sido creado… o en términos del evangelio de hoy, QUE DES FRUTO ABUNDANTE. Pero, no cualquier fruto. Se trata del mejor y más grande que tu persona pueda dar al mundo y a la humanidad.

Y como todo árbol o planta, nosotros necesitamos tener un suelo donde poner nuestras raíces, unos nutrientes para ir creciendo, y unas ramas y tallos donde se vayan gestando los frutos que después serán alimento para los demás. Nuestra oración de hoy va a tratar sobre esto: ver qué tipo de fruto estoy llamado a ser y, por tanto, qué tipo de árbol soy.

Para poder descubrir si estamos en el camino adecuado en la gestación de nuestro fruto/os personal/es, debemos escuchar la voz interior de Jesús, que no es otra que la voz interior del Amor que nos habita. Es él el único que puede decirnos en qué momento nos encontramos, en qué camino estoy avanzando.

Palabra de Dios

Jn 15, 1-81

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

– «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador.

A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca,

y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado;

permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos;

el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante;

porque sin mí no podéis hacer nada.

Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros,

pediréis lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

Iluminamos la palabra con... Christus Vivit [103-108]

103. En este capítulo me detuve a mirar la realidad de los jóvenes en el mundo actual. Algunos otros aspectos aparecerán en los siguientes capítulos. Como ya dije, no pretendo ser exhaustivo con este análisis. Exhorto a las comunidades a realizar con respeto y con seriedad un examen de su propia realidad juvenil más cercana, para poder discernir los caminos pastorales más adecuados. Pero no quiero terminar este capítulo sin dirigir algunas palabras a cada uno.
 
104. Te recuerdo la buena noticia que nos regaló la mañana de la Resurrección: que en todas las situaciones oscuras o dolorosas que mencionamos hay salida. Por ejemplo, es verdad que el mundo digital puede ponerte ante el riesgo del ensimismamiento, del aislamiento o del placer vacío. Pero no olvides que hay jóvenes que también en estos ámbitos son creativos y a veces geniales. Es lo que hacía el joven venerable Carlos Acutis.
 
105. Él sabía muy bien que esos mecanismos de la comunicación, de la publicidad y de las redes sociales pueden ser utilizados para volvernos seres adormecidos, dependientes del consumo y de las novedades que podemos comprar, obsesionados por el tiempo libre, encerrados en la negatividad. Pero él fue capaz de usar las nuevas técnicas de comunicación para transmitir el Evangelio, para comunicar valores y belleza.
 
106. No cayó en la trampa. Veía que muchos jóvenes, aunque parecen distintos, en realidad terminan siendo más de lo mismo, corriendo detrás de lo que les imponen los poderosos a través de los mecanismos de consumo y atontamiento. De ese modo, no dejan brotar los dones que el Señor les ha dado, no le ofrecen a este mundo esas capacidades tan personales y únicas que Dios ha sembrado en cada uno. Así, decía Carlos, ocurre que “todos nacen como originales, pero muchos mueren como fotocopias”. No permitas que eso te ocurra.
 
107. No dejes que te roben la esperanza y la alegría, que te narcoticen para utilizarte como esclavo de sus intereses. Atrévete a ser más, porque tu ser importa más que cualquier cosa. No te sirve tener o aparecer. Puedes llegar a ser lo que Dios, tu Creador, sabe que eres, si reconoces que estás llamado a mucho. Invoca al Espíritu Santo y camina con confianza hacia la gran meta: la santidad. Así no serás una fotocopia. Serás plenamente tú mismo.
 
108. Para eso necesitas reconocer algo fundamental: ser joven no es sólo la búsqueda de placeres pasajeros y de éxitos superficiales. Para que la juventud cumpla la finalidad que tiene en el recorrido de tu vida, debe ser un tiempo de entrega generosa, de ofrenda sincera, de sacrificios que duelen pero que nos vuelven fecundos.  

Puntos de oración