Jesús viene a traer un nuevo modo de vivir nuestra vida, de ser persona… de ser joven… el auténtico, aquel que nace del mismo corazón de Dios. Cuando uno se encuentra con el Señor, va descubriendo qué significa esto de ser hombres y mujeres nuevos: ser imagen de Cristo. Es aquí donde se encuentra la respuesta: el verdaderamente joven, el eternamente joven es Jesús.
Hoy nos volveremos a centrar en el número 13 de la Christus vivit, que nos ayuda a ver esa necesidad de crecer en nuestro ser hombres y mujeres nuevos.
Al igual que ayer, y si no lo hicisteis, os invitamos a leer antes de la oración los mismos puntos de la Exhortación del Papa Francisco, del 6 al 14. Os los volvemos a dejar al final de la oración, o bien, si queréis, podéis acceder al documento completo en el siguiente enlace: PINCHA AQUÍ.
Palabra de Dios
Jn 3, 16-21
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz y para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
Iluminamos la palabra con... Christus Vivit [6-14]
13. Jesús, el eternamente joven, quiere regalarnos un corazón siempre joven. La Palabra de Dios nos pide: «Eliminen la levadura vieja para ser masa joven» (1 Co 5,7). Al mismo tiempo nos invita a despojarnos del «hombre viejo» para revestirnos del hombre «joven» (cf. Col 3,9.10). Y cuando explica lo que es revestirse de esa juventud «que se va renovando» (v. 10) dice que es tener «entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándose unos a otros y perdonándose mutuamente si alguno tiene queja contra otro» (Col 3,12-13). Esto significa que la verdadera juventud es tener un corazón capaz de amar. En cambio, lo que avejenta el alma es todo lo que nos separa de los demás. Por eso concluye: «Por encima de todo esto, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección» (Col 3,14).
Puntos de oración
- Necesitamos mirar con una nueva perspectiva qué significa “ser joven”: Un corazón capaz de amar. ¿Qué acciones, pensamientos, deseos... no los pondría delante de Jesús, porque son oscuridad, “hijas de la tiniebla”?
- ¿Qué cosas hay en mí que puedo poner delante de Dios porque son luz, que ilumina mi vida y la vida de los demás, “hijas de la luz”?