¡Gracias Comunidad!

Hoy en mi vida sucede lo mismo que le pasaba al apóstol san Pablo cuando se despedía de las distintas comunidades cristianas donde Dios, por medio del Espíritu y la Iglesia, le enviaba a predicar: me voy con lágrimas en mis ojos pero con un corazón lleno de amor y de personas. Al igual que Pablo, «yo no considero mi vida digna de estima, con tal que termine mi carrera y cumpla el ministerio que he recibido del Señor Jesús, de dar testimonio del Evangelio de la gracia de Dios.» Esta es la clave, esto es lo que me sostiene. En un momento en que mi corazón –por la llamada de Dios– debe «despegarse» de todos vosotros, a los que os quiero con todo él, me fio de lo que ahora me pide: es el momento de partir.

Por eso doy gracias a Dios por todo lo que Él me ha dado y me ha regalado: mi vida, mi fe y mi ministerio. Gracias Señor porque solo tú eres Aquel por quien merece la pena dejarlo todo y seguirte. Gracias porque tu amor es más fuerte que el mío, tu fidelidad que la mía. Porque me amas más que yo y me has dado tu amor para que sea feliz. Como en aquel camino de Santiago donde escuché la canción del servidor, hoy vuelvo a decirte: aquí estoy Señor, hágase en mí.

También doy gracias a Dios por mi padre y mi madre. Sus vidas son una continua lección de cómo debe de ser un sacerdote: entrega, cariño, abandono confiado, esfuerzo, coraje, lucha… Gracias por ellos Señor. Gracias por mi padre, mi san Enrique particular que desde el Cielo está viendo todo lo que me ha sucedido. Y creo, Señor, que ha influido un poco… se ha salido con la suya de que su hijo sea un sacerdote que esté con los más necesitados, en aquellas zonas donde sea difícil el anuncio del Evangelio. Gracias, Dios mío, por él.

Gracias por mi madre, por todo lo que ella es para mí: ejemplo de entrega total de la vida, olvidándose de sí misma y pensando siempre en los demás. Gracias porque es su ejemplo y su compañía aquí conmigo la que me recuerda que merece la pena entregar la vida por amor.

Gracias también por mi hermano, por todo lo que él me ha enseñado, por todo su ejemplo en estos meses de enfermedad de papá, por toda su entrega y amor. Cuántos milagros, Señor, has obrado en él y, a través de él, en todos los que le rodean.

Doy Gracias al Señor por todos vosotros, Comunidad de San Alfonso, sois mi primera esposa. En vosotros pensó el Señor para formarme como sacerdote, para vivir los momentos más importantes de mi vida: mi ordenación y la muerte de mi padre, y también me habéis enseñado a ser padre y pastor. Esto puedo resumirlo en una frase de un obispo español, Pere Casaldáliga: «Al final del camino me dirán: ¿Has vivido? ¿Has amado? Y yo, sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres».

Esta es una Eucaristía de acción de gracias por estos cinco años vividos juntos, por todos los rostros que el Espíritu de Dios ha cincelado en mi corazón y me llevo conmigo allá donde vaya. Solo puedo deciros que aunque nuestro camino «instantáneo», espacio/tiempo, se separe, vamos a estar siempre juntos en cada Eucaristía, en cada oración que con sencillez de corazón hagamos los unos por los otros. Uno nunca olvida a aquellos que le han amado, que le han acompañado y que le hacen ser quien hoy es. Esto es lo que me sucede con todos vosotros.

Al igual que le pasa a Dios, llevo vuestros rostros tatuados en mí para toda la vida; rostros con nombres y apellidos, rostros con una historia detrás de vida, de seguimiento de Jesús. Todo lo que hemos vivido y compartido es un tesoro almacenado en el Cielo, y ya presente en nuestro corazón.

Gracias hoy, especialmente, a Álvaro. El Señor nos puso en el Camino en la Puri, y durante dos años pudimos compartir vida, servicio… Allí me acompañaste, me cuidaste, y me ayudaste a superar un momento de crisis personal que hizo que mi vocación y mi respuesta a Dios fuesen más fuertes. Después aquí, en San Alfonso, hemos compartido cinco años preciosos donde ha crecido nuestra amistad y cariño. Esto, aunque físicamente sea así, nunca se perderá, porque Dios nos ha puesto el uno junto con el otro para seguir caminando y cuidándonos. Por eso, como Teresita de Buenafuente decía, GRACIAS y PERDÓN. Gracias por tanto amor, cuidado, consejos, cercanía, paciencia…, por haberme dado tu persona y enseñarme a ser un pastor como el Corazón de Cristo. Y perdón por todas las ocasiones en las cuales no te he comprendido, me he encerrado en mí mismo o no he sido un buen compañero. Perdón por todo aquello que te haya hecho daño o no haya correspondido a tu amor y tu cariño.

Gracias también a la pastoral de la salud. Qué testimonio tan grande de la presencia del Resucitado en la vida de nuestros hermanos y hermanas enfermos. Qué testimonio de que Dios está cerca de los que sufren y de aquellos que lo necesitan. Seguid llevando el amor de Jesús, sois cauce de Él. O, mejor dicho, sois otros Cristos para ellos.

Gracias al grupo de escucha, siempre disponibles al servicio de aquellos que necesitan de otro para poder ser cuidados, apoyados y ayudados para continuar, con esperanza y confianza, la vida.

Gracias a Vida Ascendente, por todo el cuidado y acompañamiento de los más mayores de la comunidad. Con vuestra oración sostenéis la vida de la Comunidad.

Gracias al grupo de Cáritas, en todos sus proyectos: Mayores, menores, acogida…; sois una parte importante de la vida de nuestra comunidad. No dejéis de ocupar el puesto que en medio de nuestro barrio debe de tener nuestra parroquia: ser luz para las oscuridades, fortaleza para los débiles, esperanza para los decaídos, testigos del amor de Dios por cada persona que venga pidiendo ayuda a nuestra casa.

Gracias a Liturgia que, con tanto cuidado, esmero y cariño, cuidáis todas las celebraciones. Gracias por todo vuestro trabajo callado al servicio de la comunidad.

Gracias también al coro. Cómo he disfrutado de las misas (y de la Pascua) con vosotros. Gracias por poneros al servicio de la comunidad y poner vuestro corazón en animar las celebraciones para que el nuestro pueda «conectar» más rápidamente y abrirse al corazón de Dios.

Gracias a todas las Comunidades religiosas de la parroquia: Vita et Pax, el Prado, Religiosas del niño Jesús, Dominicas de la Presentación… Sois luz del mundo y sal de la tierra en estos momentos de tanta incertidumbre. Vuestras vidas entregadas por amor a Dios nos muestran cuál es el amor que nunca falla y que hace fecunda la vida.

Gracias a la pastoral prematrimonial. Cuánto bien hace que sean matrimonios los que muestren a través de su testimonio lo que significa el sacramento del matrimonio. Si las circunstancias lo permiten, continuad para que otros muchos conozcan que el matrimonio es una vocación que merece la pena.

Gracias al grupo Getsemaní y Anillo. Gracias por tantos ratos y momentos compartidos juntos, por ser referencia y testimonio de que puede haber grupos de matrimonios en una comunidad. Gracias por apostar por vivir el matrimonio en clave comunitaria. Seguid adelante.

Grupos de Juan XXIII, Santa Teresa, El Hayedo, San Ignacio, Ubi Cáritas, Naim… no sé si me dejo algún otro. Gracias por haber estado siempre a mi lado y por vuestro testimonio de constancia y perseverancia en la vida de fe y en el compartirla en Comunidad.

Gracias al grupo de mantenimiento de la parroquia. Siempre habéis mostrado una disponibilidad y un cariño enormes a la hora de echar una mano y dejar la parroquia como si fuese vuestra casa…. bueno, es que es vuestra casa, y así lo hacéis ver a todos aquellos que os ven trabajar por todos nosotros. Gracias de verdad.

Gracias al Consejo de Economía. Gracias porque la nómina ha llegado bien en estos años… jejeje. Más allá de las bromas, gracias por el cuidado que tenéis y por la gestión responsable y eficiente de los recursos de la parroquia. Ojalá muchas parroquias pudiesen contar con un grupo así.

Doy también las gracias a aquellos con los que más cerca he estado: los catequistas de la pastoral prebautismal, catequesis de iniciación cristiana, y grupos de Jóvenes, San Juan Bautista, San Pablo y Santiago. Hemos compartido lo más grande que tenemos: la persona de Jesús y su amor. Seguid mostrando quién es el Señor, con qué amor de predilección ama a cada persona (única e irrepetible) y, sobre todo, seguid entregando vuestra vida con amor y gratitud, porque sois un testimonio creíble de que Dios les ama y que está con ellos en el camino de la vida.

Gracias también a todos los niños, preas y jóvenes de la parroquia. Cuántas cosas hemos compartido y vivido en torno a la frase «déjate sorprender». Habéis sido un regalo de Dios para mi vida y mi ministerio. Gracias por dejarme compartir la fe y acompañaros en vuestra vida. Os llevo conmigo.

En especial me llevo conmigo a dos grupos que han sido los que más de cerca he podido caminar con ellos: San Juan Bautista y …. ¿¿Jóvenes 5??

Gracias a san Juan Bautista por ser el primer grupo que conocí, del cual algunos sois ahijados de confirmación…responsabilidad máxima. Doy gracias a Dios por todo lo que hemos vivido y compartido juntos, por todo lo que en estos años habéis crecido. Siempre seréis especiales para mí.

Y gracias a Jóvenes 5… 6… bueno, a mi grupo de jóvenes. Parece mentira que nos atreviésemos a ir a Cracovia juntos, y más aún todo lo que hemos vivido a nivel grupal y personal. Gracias por haberme hecho testigo de vuestra vida y ser apoyo; en realidad, hemos sido apoyo los unos de los otros. Como siempre os digo: lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. Más allá de vuestras diferencias, sois un precioso mosaico que muestra el rostro de Cristo. No tengáis miedo a entregar la vida por amor a Dios y a los demás. Sois el AHORA de esta Comunidad. Ocupad vuestro puesto.

Y esto último os lo diría a toda la parroquia. Por favor, no dejéis de ser quienes estáis llamados a ser en nuestro barrio, en nuestros trabajos y en nuestras familias. Escuchad la voz de Dios que os llama a vivir en una relación personal basada en el amor, no en el miedo o en el simple cumplimiento. Todos sois personas preciosas, esos rostros de los que hablaba al principio, que me llevo esculpidos en mi corazón y que me hacen ser el sacerdote que soy. Haced con los demás lo mismo que habéis hecho conmigo: sed el rostro del Resucitado para todos los que os rodean, y llevad el Evangelio allá donde os encontréis. Sois peregrinos y servidores, no dejéis nunca de serlo. No perdáis vuestra identidad personal.

Gracias a todos por tanto amor y bien recibido. Gracias de verdad. Esto no es una despedida sino un hasta siempre, porque siempre os llevaré en mi corazón. Rezad por mí, para que pueda ser fiel a Jesús y cumplir en todo su voluntad. Esto es lo que deseo y quiero, porque en la voluntad de Dios siempre se encuentra nuestra felicidad y nuestra plenitud, aunque a veces pueda costar.

Que María, mi Madre, aquella que siempre ha cuidado de mí y me ha llevado a su Hijo, siempre esté en vuestros corazones. Le pido que ella os proteja y os guíe como lo ha hecho conmigo.

Gracias de corazón a todos.